Las características por las que podemos reconocer a un niño autista son variadas, ya que es un síndrome no una enfermedad. Se considera que una persona es autista si tiene o ha tenido en alguna etapa de su vida, cuando menos siete de las siguientes características:
Al margen de las controversias que rodean las teorías sobre el autismo, existe un buen número de hechos suficientemente comprobados:
Las pruebas con rayos X, TACS del cerebro y otras pruebas médicas no reflejan hasta ahora síntomas físicos que coincidan en los autistas. En algunos casos, se refleja en el electroencefalograma como unos picos. Se han realizado a la fecha muy pocas autopsias.
A menudo los niños autistas no son diagnosticados tan pronto como se podría esperar: los diagnósticos van desde los 4 meses a los 4 años. En algunos casos, la identificación no se realiza hasta mucho tiempo después. Sacar a los niños autistas de su casa y ponerlos al cuidado de otras personas no tiene ningún efecto. La estadística muestra que por cada cuatro autistas del sexo masculino, hay una del sexo femenino.
Los niños autistas generalmente no tienen contacto ocular e incluso lo evitan. Es relativamente sencillo enseñar a un niño autista a mirar a los ojos, pero al hacerlo no se modifican otros aspectos de su comportamiento.
Aunque hay historias de autistas curados, ninguno de los métodos que se auto acreditan dichas curaciones han producido otras curaciones posteriores. Una minoría de autistas lleva una vida normal, aunque son muy pocos los que llegan a casarse o muestran interés por el otro sexo y además no tienen iniciativas. El resto precisan ser cuidados durante toda su vida